DIA DEL MAESTRO
En 1943, a los
cincuenta y cinco años del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, la
Conferencia Interamericana (integrada por educadores de toda América) se reunió
en Paraná y estableció el 11 de Septiembre, día del fallecimiento del ilustre
educador argentino, como el “Día del Maestro”.
Hace 118 años, el
11 de Septiembre de 1888, moría Domingo
Faustino Sarmiento en la ciudad de Asunción del Paraguay. Inscripto en su
tiempo, Sarmiento fue una figura central en el ideario de aquella época, cuando
la República Argentina sentaba las bases del Estado Nacional, en medio de un
convulsionado clima que enfrentaba a Buenos Aires con los Caudillos del
Interior y a las elites criollas y terratenientes con las comunidades originarias.
Situado en su
contexto, Sarmiento se ubicó en un lugar claro y clave: fue constructor y defensor de lo que las sociedades
capitalistas llamaron “Modernización”.
“Civilización” o “Barbarie” fue la antinomia
que planteo de modo tajante y violento, destacando las desigualdades de dos
modos de vida, de dos realidades opuestas al escenario geográfico de la
República Argentina: la ciudad y la pampa; el hombre de frac y el gaucho de la
campaña. “Facundo” es el clamor de la
cultura moderna contra el crepúsculo feudal.
Civilización y
Barbarie diría también mientras veía en la Educación el arma para homogeneizar
a la población. Sarmiento, vivía obsesionado por al afán de educar. Tenía la
clarividencia del ideal y había elegido sus medios: organizar civilizando,
elevar educando.
Fue militar,
escritor, periodista y maestro. Como el héroe del romance, su trabajo fue
lucha, su descanso pelear. Miró siempre hacia el porvenir, como si el pasado
hubiera muerto a su espalda, el ayer no existía para él, frente al mañana.
La política puso a
prueba su firmeza: gran hora fue aquella en que su ideal se convirtió en
acción. Presidió la República Argentina entre 1868 y 1874, contra la intención
de todos; arriba vivió batallando como abajo, siempre agresor y agredido.
Los espíritus vulgares
ceñían a Sarmiento por todas partes, con la fuerza del número, irresponsables
ante el porvenir. Y él, marchaba sin
contar enemigos, desbordante y hostil, ebrio de batallar en una atmósfera
grávida de tempestades, sembrando a todos los vientos, en todas las horas, en
todos los surcos. Su vida fue un perpetuo florecimiento de esperanzas en un
matorral de espinas.
Sarmiento parecía
agigantarse bajo el filo de las hachas. Vivió solo entre muchos, expatriado, y proscrito dentro de su país,
europeo entre argentinos y argentino en el extranjero, provinciano entre
porteños y porteño entre provincianos.
Alumnos, Docentes y
Directivos de la institución: esta
jornada, que inevitablemente trae a los espíritus adultos recuerdos y añoranzas
de los lejanos días infantiles y juveniles vividos en la escuela, es propicia
para reflexionar acerca de la importante influencia de los maestros en nuestra
formación, y de su trascendental aporte a la educación en nuestro país.
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